Anticrónica de un martes
No pude
poner la alarma a las ocho, supe desde el principio, desde el lunes, o quizás
desde el domingo, que no iba a poder despertarme a las ocho. Tampoco me di
tantos lujos. Hoy martes 15 de agosto sonó la alarma de celular a las ocho y
cuarto de la mañana. Ya lo ves, solo le permito 15 minutos al desorden.
Preparoeldesayunocortofrutasquesountabledegirasoltéverde, pero antes que nada,
un vaso de agua gigante, nadie me quitará mi vaso de agua gigante. Tenía las
manos heladas, tengo las manos heladas, nunca, en ningún momento, tampoco en
los 15 minutos de recreo que me tomé en la cama, las manos lograron calentarse,
no entiendo, creo que están muertas, lo creo desde 1992.
Desde
entonces supe que el día iba a ser duro, porque empecé 15 minutos más tarde y
en esos 15 minutos había estado verdaderamente despierta, pensando en personas
lindas, y sus pieles, sus colores de pieles, sus gustos, sus manos, tenía en la
cabeza una danza de personas hermosas. Entonces podría haberme despertado a las
8 y utilizar esos 15 minutos para encontrar las medias que se me habían perdido
en el fondo de la cama, y que ocuparon otros 5 minutos de la mañana, siendo las
8:20 el momento de salir a la cocina por el desayuno. Desde entonces supe que
el día iba a ser duro, porque tenía las manos heladas y a todo aquel que tocara
iba a espantar. Lo supe desde el principio, desde el lunes, cuando mi garganta
me empezó a doler.
Fui a
trabajar al jardín. No llegué tarde, calculé cada sorbo de té para no llegar
tarde. Me dejé el pantalón de dormir puesto todo el día, en realidad me acosté
con un pantalón que pudiera usar para: ir a trabajar al jardín, ir a danza,
volver a ir al jardín e ir a yoga, “el pantalón marrón está bien”. Es increíble
como puedo cambiar de vestuario de martes a lunes, según el trabajo (los lunes
tengo mi disfraz divertido de profesora de terciario, los martes tengo mi ropa,
esa que no entendemos bien que es), y desde el lunes lo supe, iba a acostarme
con el pantalón marrón, es cómodo, suave y bastante lindo, puedo bailar, hacer
un rol para atrás, la carpa, alzar bebés y tirarme en el pasto. Llegué en bici, toqué el timbre, me peiné un
poco, me abrieron la puerta con una sonrisa, dejé la bici, los ví a los pibitos
de lejos escuchando un cuento, cuando me ven entrar gritan: “seño Sofi”, me
hacen sonreír de una forma indescriptible. Todos teníamos la misma cara de
dormidos. Fuimos a la sala, transformamos unos aros en autos, casas y
caracoles.
Hoy lo vi
sonreír a Nicanor por primera vez, estaba en el patio, jugaba con un pedazo de
enredadera, su flequillo seguía intacto. Me llevé su sonrisa todo el día.
Cuando
volví a casa lo supe “no puedo comer, no puedo ir a danza, tengo que dormir, me
duele la garganta, ¿tengo fiebre?, tengo tos, eso si”. Me dejé el pantalón
puesto, me fui a la cama, soñé con un castillo enorme, estabas vos. Despierto a
las 16.30, hago el segundo té verde el día, tenía en ese entonces un poco de
esperanza, aún con la garganta inflamada, las manos heladas y una sensación de
fiebre muy sincera.
Todo tipo
de esperanza se perdió con un mensaje: “Sofí te estábamos esperando, hoy tenías
que dar la clase”. Hoy inauguré en mi vida el haberme olvidado de una
responsabilidad, creo que fueron esos 15 minutos de descompresión en la cama.
Mandé mensajes llorando, llegué a la escuela llorando, todos me vieron llorar y
les dije una verdad que no podía escuchar ni yo: “perdón, estoy en cualquiera,
desbordada”. Desbordada, no tengo bordes (que lindo). Menos mal que tenía
puesto el pantalón marrón, también es cómodo para estar desbordada.
Me fui al
jardín otra vez, ahora si llegué tarde y desbordada, todavía lloraba un poco.
Delfi tenía zapatillas con luces, solo pensaba en que quería unas yo también,
pensé varias veces si sería ridículo, legué a la conclusión de que no, de que
las iba a pedir para mi cumpleaños. Cantamos una canción y les toqué una
guitarra chiquita, nos enojamos, nos reímos y nos fuimos.
La verdad
es que todo el día fue un pequeño fiasco, pero ya reprimí las partes feas
(gracias cerebro), se puso mejor cuando fui a yoga, se puso mucho mejor,
digamos que se mejoró todo. Comimos caramelos, había semillas. Ro me trajo a
casa, hablamos de esas cosas que van a seguir siendo un misterio, esa charla
terminó de mejorar mi día (gracias Ro). Este día se mejoró por completo.
Lo supe,
desde el lunes, el martes va a ser un pequeño fiasco, pero llegando a las 20:00
hs. todo entra en esa pequeña o gigante posibilidad de cambiar.
Me saco la
ropa, veo que en cada vértebra de mi columna tengo un pequeño moretón, es como
estar decorada con círculos en la espalda, me veo los pies, están lastimados
por bailar, me miro las manos, me arden por tocar el tambor, (todavía tengo las
manos heladas), se me cerró el Word, tengo que reescribir este final.
Estoy desbordada,
hecha mierda, estoy apasionada, o al menos en esa danza que le dicen estar
feliz.
Miércoles,
esto termina el miércoles a las 00:23.
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Piquitos