Anticronica en fiesta

Tenía puesta la capucha del saco y no escuchaba bien que decían detrás de mi. Los chicos organizaron una fiestita para entrar en confianza.
Atrás mio estaban L y P hablando de porque todavía yo tenía puesta la capucha. La música había bajado en volumen, yo empezaba a entender la conversación.
Los chicos ya habían organizado algunas fiestitas para entrar en confianza, pero esta es mi primera vez.
-debe tener frío en las orejas-
-si me servís más vino vamos a tener que ir a bailar -
- te la pasas bailando, no te gusta hablar? -
- no, Jajajajaja -
- Jajajajaja Jaja -
En la casa no hacía frío, pero estaban pintadas las paredes de azules y turquesas, veía el frío de los colores y se me somatizaba la piel.
Me di vuelta y les comenté que "me da miedo seguir tomando vino porque cuando vuelvo a mi casa en bici y borracha pierdo la mirada periférica "
"No importa", me dice P. Y después agregó que él me acompaña y que desde su remota experiencia de ciclista borracho, esas percepciones nunca se pierden, se agudizan(todo esto según él) .
P tenía el pelo revuelto como el actor rubio de los amores imaginarios, era todo una escena de Xavier, pero menos histérica. Yo no podía mirarlo, estaba distraída, pensando en irme. El me miraba las manos. "tenés unas manos re chiquitas, igual me dan la sensación de muchísimo respeto". Perdón, no te estaba prestando atención en ese momento, todo me parecía blando. El Bravío hacía burbujas de lo cálido que estaba. Yo lo tomé igual, me daba pena que el último trago quede tímido en el fondo ¿o principio? del vaso. Me miré las manos y pensé en las cosas que me gusta acariciar, cosas que ya no se merecen ni una caricia, cosas que están en la playa, cosas y cabellos de personas de mi familia, cosas y aire que toco al bailar. Pensé en acariciar a P. Le miré las manos, eran dos cachorros contentos. P hace barcos y botes y se le nota en la yema de los dedos, me gusta que haga cosas que floten, a veces cuando lo veo bailar parece una piragua suspendida en el río.
Jamás alguien me había dicho algo tan raro, por eso nos quedamos callados, porque yo me puse incómoda. Lo que me gustó fue que permaneció nuestro encuentro fortuito de la noche, en silencio, con sus ojos clavados a mi cara y mi cara buscando la razón para estar divertida, entender a las personas, yo pensaba en Preciado, en sus libros y su bigote, a veces quisiera salir de bigote.
Hice algo después, le besé las manos a P, algo que me gusta hacer demasiado, dar besos en las manos. Pero no lo había pensado, solo lo hice, como si recordara alguna especie de confianza que tuvimos en vidas pasadas.
Ahí fue cuando caí en la cuenta de que las cosas que me parecen imprescindibles hoy, son incluso más prescindibles que el resto.
Entonces, miré a P.