Si Tristan Tzara y yo...

A mi gran amor.



Seguro hubiésemos paseado, pegados botón con botón de la manga del saco, a dar un paseo con Huguito Ball. Los tres juntos amándonos desenfrenadamente por las calles de la extraña Zürich. “No lo comprendo pero solo lo escucho”, quiero ser tu amiga ¡aconséjame!, “Te daré semillas de flores raras para enriquecer tus gatos literarios”. Un dadá amor, un dada regalo, dadá entre todos nuestros hermanos los sátrapas despistados del arte subrayado a caballo. Me había dicho que en mi cabello había cascaras de naranja y que su novia había muerto de eso. Yo le digo que lo espero, a él y a Bretón con sus pañuelos nuevos, todos los atardeceres por la ventana deshilando abalorios. Mientras escribías en el camino de las estrellas marinas te besaba los pies perfectamente perfumados a poeta esquizoide. “ Mi alma feliz como nuestro cuarto cálido” me dijiste aquella vez moliéndome los ojos con la lengua y destapándome las piernas que yacían en un tímido sobretodo que había concurrido a las reuniones más satrapáticas de Fracia.

“No comprenderás, pero es cosa bella estar en un poema”.








Vé.

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