Caja

Uno se encuentra con una caja negra encima de una mesa, debajo de un mantelcito tejido a crochet, blanco. Esa caja es tu cabeza. por fuera parece un cofre forrado con terciopelo azabache. Por dentro una mano podría perderse o morir sofocada del calor. Un caldo colorado. Uno comienza a acariciarla, por fuera, el terciopelo suave te invita a emparejarle el pelaje. Uno comienza a ahogar la cara en el volcán enardecido que se desata por dentro. Eso es lo que uno siente después de haber hecho el amor con el otro. Uno siente como esa caja comienza a volcar todo el líquido quedando completamente desprolija en sus rebordes. El terciopelo tiene manchas, todo está caliente. Uno se pregunta por algún interruptor ¿Dónde está el interruptor para apagar el mecanismo de esta caja? uno comienza a rezar, ¡Qué no me arda más el cuerpo! (pide) ¡Qué no se me abra tanto el cuerpo! (pide) Uno vuelve a acariciar la caja, esa caja es un gato gris, perlado que te chupa la yema de los dedos, uno se toca la cabeza para comprobar que volvió a su sitio. Ahora tengo un cuerpo abierto por motivos que un otro desconoce, pero que yo en su consecuencia cargo, manejo, me turbo, se me van los ojos, creo que me muero.  Efectivamente uno comienza a morir. El gato todavía está ahí tomando el agua que de a gotas se fuga de la canilla. Uno está más tranquilo, como el volcán, duerme la siesta, la siesta es el lugar dónde uno continúa sin embargo.  Uno ve la mesa dónde antes había una caja negra erosionando, el vacío es tan alegre que el mantel y sus dibujos anudados a mano y aguja, parecen flores y se preparan para recibirte, a uno y al otro, en una unión que destilará otra vez tintas blancas.