Una vez, esa misma que era una, me acosté en el piso de madera de mi casa vieja, dice mi mamá que no me concibieron en esa casa, entonces, mi segunda casa, antes de vivir en la última, que sería vieja cuando tenga mi castillo. Yo te recuerdo de allí. Estaba sentada, en el suelo de mi segunda casa vieja, en bombacha, a los quince años, estaba acostada...perdón, acostada en bombacha en mi segunda casa vieja de pisos de madera amarillita. Tenía un zorro muy pequeñísimo subiéndome por la rodilla hasta que se posó en una nalga, la derecha por cierto, quizás la izquierda y si hubiesen más seguro sería esa otra, tal caso del zorro subiendo hasta mi nalga decía que era extrañísimo, pero a mí no me importó, me estaba comiendo una pera, (mentira porque a los quince no comía ni una frutilla), bueno si frutilla si, el caso era que el zorro me habló y me inhaló un poco de olor a mi piel, olor a ese perfume barato que me compraba mi mamá, horrible asqueroso inlimpiable pero suave como hormiguita de miel.
-¿Qué estás comiendo?- me habló el minúsculo animalejo con ojos de cuarzo.
-Chocolates, ¿Por qué sos una zorra tan pequeña?-
-No lo sé, se que soy zorro, por mi pene, pero nada más...Domestícame!-
-¿Eh?, no querido, pará un cachito, yo ya se como viene la cosa, ya leí sobre los zorros que piden ser domesticados, después se termina en otro planeta lleno de alienados y metáforas sobre la realidad que nos hacen pensar la absurda vida de algunos mayores sumergidos por este chuponeante sistema etéreo e irreal-
-Pero dale, un ratito, me excita- me explico con un poquito de la lengua salida.
-A bueno, eso si, em...bueno, busca mi clítoris y dale un pequeño beso de zorro-
El pequeñuelo salió disparado y con su boquita me subió la bombacha para poder entrar en ella, y escarbó…y escarbó...y y y...¡ah!

Comentarios

Publicar un comentario

Piquitos

Entradas populares