Desde los
18 años hasta el día de hoy
He tenido
serios problemas de autoestima poética
Antes no
era así:
A los 15
años era una despiadada hipersexual
Era como un
animalito con una rabia benigna
No conocía
a Chejov
Y lo único
que sabía de Shakespeare era sobre su tierno Sueño de una noche de Verano.
(entonces creía que solo era luz, risas, pequeñas y graciosas confusiones y
sexo en el bosque)
Pero no
´toda´ la vida era así. Y me di cuenta el día que conocí a Ofelia y
a Nina,
y una parte
de mi, se suicida en un lago verde y de la podredumbre nace una preciosa flor
lila.
Y aquello
fue solo la introducción.
Antes no
tenía ningún problema
Me sentaba
y vomitaba algo que era entre divertido y asqueroso.
Y cuando
hablo de antes, no me refiero a mis primeros trece años de viceración
Ni tampoco
a mis últimos 17 años de defloración.
Cuando digo
antes, estoy recordando mis antepasadas vivencias, mis antepenúltimas vidas en
el planeta.
De cuando
me juntaba a serruchar espinas de palos borrachos con mis hermanos
Para
fabricar armas de destrucción mediomasivas de langostas carnívoras, algo usual
en aquel entonces.
Cuando
teníamos al menos cuarenta espinas de palo borracho cada uno,
Las
untábamos en una sabia pegajosa y las
pegábamos alrededor de unos melones secos y endurecidos y le introducíamos una
fuerte rama para sostener la masa asesina recién fabricada. Corríamos, apenas
limpios,
Sobre una
pradera verde infestada de amenazas.
Después de
matarlas, nos revolcábamos hasta llegar a nuestras chozas
Y si
podíamos, nos tocábamos y presionábamos nuestras partes erógenas en el
transcurso del rodaje.
Después nos
bañábamos todos juntos, y yo bañaba también el conejo, el conejo que después
nos comeríamos, conejo al que amaba incondicionalmente.
(Orando en
esta vida vegetarianismo por él)
Luego del
baño, me sentaba a escribir relatos,
Maravillosos
cuentos, porque en aquel entonces era todo más simple.
Solo sabía
de serruchar espinas, acariciar conejos, investigarles el sexo a mis hermanos
varones y del amor en bruto, crudo y desinteresado.
Era un poco
como una cría de siervo o una ternera, pero carnívora.
Lamentablemente
a los cuentos magníficos no los recuerdo.
No había
serías preocupaciones
No sabía
más que la hora del sol y las estrellas.
Mi abuelo,
que había matado a algunos cientos, luego de la amenaza de los azules en la
aldea, me había enseñado a escribir y me leía unos relatos sobre hombres lobo
Que me
atemorizaban y excitaban a la vez.
Soñaba
encontrarme secretamente con unos de estos seres,
Mitad lobo,
mitad humano
Casi como
lo era yo, naturalmente, y recostarme sobre la hierba, desnuda
Hasta que
la luna llena aparezca, y con ella él y me devore amándome
Hasta que
el humano corriente se despierte al amanecer, junto a mi tibio y pequeño cuerpo
de aceituna.
Solo
pensaba en eso,
No sabía
nada sobre la tristeza,
Me
alimentaba, me frotaba y jugaba con los demás cachorros de humano
Dormía la
siesta en un árbol
Lleno de
babosas que danzaban sobre mi cara.
Morían mis
padres
Corría
gritando
Volteando
el viento con un grito gris
Pero aún
así no entendía la muerte
Y olvidaba
el asunto en pocos días
Nada
perduraba
Solo el
goce parecía eterno
Y por eso
escribía
Porque no
me importaba
Y cuanto
menos me importaban las cosas,
Más libres
jugaban ellas a través de mí.
No me
importa este poema
Porque hoy
soy la niña sierva del monte
Estoy
vestida, pero es una mentira holográfica
Porque
todos ustedes saben que debajo de esta pieles sintética
Estoy
desnuda
Esperando
al hombre lobo
Untada en
espinas
Coronada de
conejos grises
Saltando
sobre mi vientre.
No digo
Ni se me
ocurre decir
Que los
tiempos pasados fueron mejores
No
justifico el pasado
Ni castigo
el presente
Solo digo,
que era curioso, y era más fácil
Solo porque
sabía sacar espinas de palos borrachos.
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Piquitos